El auge de la energía solar ha sido clave en la transformación energética de Chile, pero junto a este importante avance, existe un riesgo de convertirnos en un cementerio de paneles fotovoltaicos. La contaminación derivada del desecho de paneles solares es un desafío emergente en Chile, dado el aumento exponencial de su uso en proyectos fotovoltaicos, especialmente en el norte del país, donde contamos con la radiación solar más potente a nivel mundial. Con más de 12,5 millones de módulos instalados y una proyección que anticipa 500 mil toneladas de desechos para 2030, con un peak de 120 mil toneladas en 2046, según cifras del informe de RIGK e In-Data, la acumulación de residuos en el norte del país amenaza con transformar el desierto en un basural de alta tecnología. Este desafío, que combina innovación, sostenibilidad y responsabilidad, es una oportunidad para que la academia, la industria y el Estado colaboren en soluciones que cierren el ciclo de vida de la tecnología solar, evitando que un proyecto verde se vuelva un problema medioambiental. Los paneles tienen una vida útil de que rodea los 30 años, y en su composición contienen materiales como silicio, aluminio, vidrio y metales pesados, tales como plomo, cadmio, telurio, que, si no se gestionan adecuadamente, pueden liberar sustancias tóxicas al suelo y agua, afectando ecosistemas y salud humana. La acumulación de estos residuos, especialmente en el desierto de Atacama, representa un riesgo ambiental, ya que no se conoce completamente su degradación natural. Actualmente, Chile enfrenta limitaciones significativas en la gestión de estos residuos debido a la ausencia de una infraestructura robusta de reciclaje. Los paneles desechados a menudo terminan en vertederos o áreas desérticas. En otros países estos desechos son clasificados como desechos peligrosos. La Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (Ley REP), promulgada en 2016, busca abordar este problema al incluir los paneles solares como productos prioritarios, exigiendo a productores e importadores responsabilidad en la gestión de residuos. Sin embargo, la normativa actual no especifica claramente las acciones de reciclaje o disposición final, dejando la responsabilidad a iniciativas individuales de las empresas, lo que limita su efectividad. Así, es necesario incentivar el proceso de reciclaje de estas tecnologías que están inundando grandes espacios en nuestro desierto. Pese a estas carencias, se están implementando iniciativas para mitigar el impacto ambiental. Algunas propuestas promueven una economía circular, como la “minería urbana”, que busca recuperar materiales valiosos (silicio, aluminio, cobre) de los paneles desechados, con un potencial de generar beneficios económicos de hasta US$29 millones y 6.700 empleos en los primeros años. Además, se están explorando opciones de reutilización de paneles aún funcionales en aplicaciones de menor escala, como alumbrado público o viviendas, aunque la fragilidad de las celdas fotovoltaicas limita esta práctica. Empresas y asociaciones están comenzando a desarrollar procesos de reciclaje que incluyen desmontaje, separación de componentes y tratamiento de materiales tóxicos, pero aún no existen plantas de reciclaje a gran escala en nuestro país. El desarrollo de estas capacidades requiere una colaboración público-privada efectiva, donde el Estado lidere con políticas claras, las empresas inviertan en tecnología, y las universidades aporten conocimiento de frontera. Para fortalecer la gestión de residuos fotovoltaicos, Chile necesita avanzar en políticas públicas más específicas y en la creación de infraestructura especializada. El Ministerio de Medio Ambiente está trabajando en un reglamento para regular el manejo de residuos electrónicos, incluyendo paneles solares, en el marco de la Ley REP, con discusiones previstas para establecer metas de valorización. Sin embargo, aún no es suficiente. Diseñar paneles más reciclables desde su origen es un desafío técnico y ético que debe ser abordado desde la academia y la industria, pensando en una transición justa que no deje pasivos ambientales. Mientras tanto, la educación y concienciación pública sobre la importancia de elegir fabricantes con programas de reciclaje son cruciales para minimizar el impacto ambiental y aprovechar las oportunidades económicas de una gestión sostenible de los desechos solares. Columna de opinión por Eduardo Schott, investigador SERC Chile y académico UC.
Cada año, toneladas de medicamentos vencidos o en desuso terminan en basureros comunes, desagües o simplemente acumulados en cajones de nuestras casas. Aunque parezca una acción inofensiva, esta práctica representa un riesgo real y creciente para la salud pública y el medio ambiente. En el contexto del Día Mundial de la Tierra, es urgente que tomemos conciencia del impacto que generan los residuos farmacéuticos mal gestionados: contaminación del agua, alteración de ecosistemas, exposición accidental de niños o mascotas e incluso el uso indebido de sustancias peligrosas. La eliminación irresponsable de antibióticos, por ejemplo, puede contribuir al grave problema de la resistencia bacteriana, mientras que el descarte de opioides o sedantes plantea riesgos de abuso y adicción. Lamentablemente, en Chile el acceso a programas de devolución de medicamentos sigue siendo limitado. Aunque existen iniciativas valiosas —como los puntos “Desecha Seguro” de algunas farmacias o los “Puntos Celestes” impulsados por municipios— aún falta una política nacional sólida, accesible y ampliamente difundida. En este escenario, desde Grupo Ahona hemos desarrollado el Manual para la Eliminación Segura de Medicamentos No Utilizados, una guía práctica que busca cerrar esta brecha de conocimiento y empoderar a la ciudadanía con herramientas claras y alineadas con estándares internacionales. Nuestro objetivo es simple: prevenir daños y proteger lo que más importa, desde nuestros hogares hasta nuestros recursos naturales. La solución necesita de voluntad colectiva. Requiere de políticas públicas que fomenten más programas de recolección, que las farmacias se sumen activamente, y que las familias incorporen esta práctica como parte del autocuidado cotidiano. Porque eliminar medicamentos correctamente no es solo una cuestión de orden, sino de responsabilidad ambiental y sanitaria. Y hoy, más que nunca, el planeta nos está pidiendo que actuemos.
La contaminación acústica en Antofagasta no es solo un problema ambiental; es una barrera que afecta la calidad de vida de todos, pero especialmente de las personas dentro del espectro autista. Para ellas, el ruido excesivo no es solo una molestia, sino una fuente de estrés y sobrecarga sensorial que dificulta su día a día. Sin embargo, ¿qué estamos haciendo para construir una ciudad más silenciosa e inclusiva? El transporte público es uno de los mayores generadores de ruido en nuestra ciudad. No solo afecta al exterior con sus motores y frenadas estridentes, sino también al interior, donde los niveles de ruido son abrumadores para todos, pero especialmente para las personas con hipersensibilidad auditiva. Esto convierte a los buses en un medio de transporte poco amigable, especialmente para quienes necesitan un ambiente más tranquilo. Afortunadamente, hay avances: la incorporación de buses eléctricos a la flota es un paso importante hacia un transporte más silencioso y sostenible. Pero aún queda mucho por hacer. Es necesario que toda la flota de transporte público de la ciudad y la región pase a la electromovilidad, al fin y al cabo, somos la región donde se extraen los materiales para las baterías que impulsan este tipo de vehículos. Otro ejemplo claro es el paseo del borde costero, un espacio que debería ser un lugar de esparcimiento y conexión con el mar. Sin embargo, la presencia constante de camiones de alto tonelaje, que pueden alcanzar hasta 110 decibeles al frenar, lo convierte en un espacio hostil. ¿Cómo podemos esperar que la costanera sea un lugar amigable si no abordamos este problema de raíz? En el ámbito educacional, la situación no es mejor. Las salas de clases y los establecimientos educativos no están adecuadamente ambientados para generar un ambiente calmo, esencial para la enseñanza y el aprendizaje. El tiempo de reverberación en las aulas suele superar los 1,5 segundos, cuando lo óptimo ronda los 0,5 segundos. Esto no solo afecta a los estudiantes dentro del espectro autista, sino a todos, incluyendo a los profesores, dificultando la entrega de información, la concentración y el rendimiento académico. Sin embargo, hay esperanza. Iniciativas como las impulsadas por la Fundación Minera Escondida y CREO Antofagasta en el Complejo Educativo Juan José Latorre de Mejillones y en la Escuela República de Estados Unidos han demostrado que es posible mejorar estos espacios. En esta última, por ejemplo, se rediseñaron las áreas de esparcimiento para hacerlas más inclusivas, incorporando juegos y áreas verdes que benefician a toda la comunidad escolar. Estos proyectos son un ejemplo de cómo, con voluntad y colaboración, podemos transformar nuestros espacios en lugares más amigables y accesibles para todos. Pero no podemos detenernos aquí. Es urgente que nuestras autoridades empujen y apoyen iniciativas que promuevan una ciudad más silenciosa. Parques, paseos, calles, plazas, escuelas, liceos, colegios y hospitales deben ser diseñados pensando en las necesidades de todos, incluyendo a las personas dentro del espectro autista. Antofagasta tiene la oportunidad de convertirse en un referente de inclusión y sostenibilidad. Para lograrlo, no necesitamos palabras que con el ruido de nuestra ciudad ni se escuchan; necesitamos acciones concretas. Cada paso que demos hacia una ciudad más silenciosa y accesible no solo mejorará la vida de las personas dentro del espectro autista, sino que también nos acercará a una sociedad más consciente, respetuosa y empática. Al parecer como la contaminación acústica en nuestra ciudad es tal, que todas nuestras autoridades que son Alcalde, Gobernador, Senadores, Diputados, Concejales Municipales y Regionales ya quedaron sordos... ¿o solo se estarán haciendo los sordos? Pareciera que no sienten la necesidad de erradicar este grave contaminante y enemigo de todos.
En estos días, a raíz de las voces de distintos expertos en el marco del Día Mundial del Agua, no podemos dejar de destacar el rol que cumplen los glaciares, como reservas fundamentales de agua para el planeta, y la necesidad urgente de su protección. Nuestro país alberga el 76% de los glaciares de Latinoamérica, constituyendo reservas estratégicas de agua y actuando como indicadores del cambio climático. El calentamiento global ha acelerado el derretimiento de los glaciares en todo el mundo. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), desde el año 2000, los glaciares han perdido un promedio de 273.000 millones de toneladas anuales, con una aceleración notable en la última década. Estos gigantes de hielo no solo son fundamentales para el equilibrio de nuestros ecosistemas, sino que también garantizan el suministro de agua potable, sustentan la agricultura y mantienen la biodiversidad. Su acelerado derretimiento, con tendencia a su desaparición, amenaza la seguridad hídrica de millones de personas y podría provocar desastres naturales como deslizamientos de tierra y avalanchas. Chile ha avanzado en la creación de políticas para la protección y conservación de glaciares, reconociendo su valor estratégico. Sin embargo, es crucial fortalecer y aplicar efectivamente estas normativas, asegurando que se priorice la conservación de estos ecosistemas frente a actividades que puedan comprometer su integridad. Para enfrentar esta realidad, es esencial implementar sistemas de monitoreo efectivosque permitan comprender y mitigar el retroceso glaciar. Actualmente, la Dirección Generalde Aguas (DGA) del MOP, de Chile administra una red de 96 estaciones de monitoreo de glaciares. Con una inversión histórica anunciada recientemente, se proyecta aumentaresta red en un 68% para el año 2030, sumando 65 nuevas estaciones. Otros países también han avanzado en la implementación de estaciones de monitoreo glaciar. Bolivia, por ejemplo, ha instalado sensores automáticos en las cuencas glaciar es para elaborar modelos hidrológicos y calcular el balance de masa de cada glaciar. Perú,por su parte, ha inaugurado el primer Centro de Monitoreo de Glaciares y Ecosistemas de Montaña en Huancayo, en la región de Junín, con el objetivo de generar evidencias sobre el impacto del cambio climático en estos ecosistemas. La comunidad internacional ha reconocido la gravedad de la situación. La ONU ha declarado 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, buscando sensibilizar sobre el peligro que conlleva su desaparición y la necesidad de promover acciones para su protección. Desde Pacto Global, felicitamos a los científicos que trabajan en su estudio y conservación, y hacemos un llamado a todos los sectores de la sociedad chilena a apoyarlos esfuerzos en la protección de nuestros glaciares. Su conservación es esencial paragarantizar un futuro sostenible, preservar nuestra biodiversidad y asegurar el bienestar delas generaciones venideras.
La Región de Coquimbo, con su riqueza natural, cultural y astronómica, es un pilar del turismo chileno. Sin embargo, el crecimiento del sector enfrenta desafíos como la presión sobre los recursos naturales y las desigualdades en la distribución de beneficios. La integración de tecnología con un enfoque sostenible emerge como una solución clave, siempre que exista una colaboración efectiva entre sectores público, privado y académico. A nivel global, la tecnología es un aliado estratégico del turismo sostenible. Herramientas digitales, sistemas de monitoreo y soluciones energéticas innovadoras permiten mejorar la experiencia turística mientras protegen el medio ambiente y fortalecen a las comunidades locales. En la Región de Coquimbo, estas tecnologías, adaptadas a las particularidades regionales, pueden marcar la diferencia entre un turismo extractivo y uno responsable. Por ejemplo, la implementación de sistemas digitales para monitorear en tiempo real el flujo de visitantes en sitios como el Valle de Elqui o la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt mitigaría el impacto ambiental y mejoraría la experiencia turística. Además, tecnologías como la realidad aumentada pueden enriquecer la interpretación cultural en lugares como el Valle del Encanto, preservando su integridad física. El éxito de estas iniciativas requiere la colaboración activa entre universidades, gobiernos locales, empresas y comunidades. Las universidades deben liderar investigaciones, desarrollar tecnologías innovadoras y formar profesionales conscientes de la sostenibilidad. El sector privado, por su parte, debe invertir en tecnología, impulsar emprendimientos y adoptar prácticas responsables, mientras que el sector público debe garantizar un marco normativo adecuado y promover proyectos sostenibles mediante financiamiento y políticas públicas. Un ejemplo internacional inspirador es Costa Rica, donde la sinergia entre universidades, gobierno y empresas ha consolidado un modelo de turismo sostenible reconocido globalmente. La Región de Coquimbo tiene el potencial de adaptar este modelo a su realidad, aprovechando su talento humano y recursos únicos. Proyectos concretos como sistemas de energía limpia para alojamientos turísticos, vehículos eléctricos en áreas protegidas o plataformas digitales que conecten a turistas con emprendedores locales pueden generar un impacto positivo y duradero. Una plataforma que vincule a artesanos, guías turísticos y pequeños productores con visitantes interesados en experiencias auténticas fortalecería la economía local y promovería una distribución equitativa de los beneficios del turismo. El turismo sostenible no solo protege los recursos naturales, sino que impulsa el desarrollo económico y social de las comunidades. En la Región de Coquimbo, donde el turismo es un motor clave, avanzar hacia un modelo sostenible consolidará la región como un destino competitivo, inclusivo y responsable. Lograrlo exige una visión compartida y planificación estratégica. Universidades, gobiernos locales y empresas deben entender que la sostenibilidad es tanto un deber ético como una oportunidad de negocio en un mercado cada vez más consciente. Con un esfuerzo multisectorial, la Región de Coquimbo puede convertirse en un referente nacional e internacional de turismo sostenible.
El auge de la energía solar ha sido clave en la transformación energética de Chile, pero junto a este importante avance, existe un riesgo de convertirnos en un cementerio de paneles fotovoltaicos. La contaminación derivada del desecho de paneles solares es un desafío emergente en Chile, dado el aumento exponencial de su uso en proyectos fotovoltaicos, especialmente en el norte del país, donde contamos con la radiación solar más potente a nivel mundial. Con más de 12,5 millones de módulos instalados y una proyección que anticipa 500 mil toneladas de desechos para 2030, con un peak de 120 mil toneladas en 2046, según cifras del informe de RIGK e In-Data, la acumulación de residuos en el norte del país amenaza con transformar el desierto en un basural de alta tecnología. Este desafío, que combina innovación, sostenibilidad y responsabilidad, es una oportunidad para que la academia, la industria y el Estado colaboren en soluciones que cierren el ciclo de vida de la tecnología solar, evitando que un proyecto verde se vuelva un problema medioambiental. Los paneles tienen una vida útil de que rodea los 30 años, y en su composición contienen materiales como silicio, aluminio, vidrio y metales pesados, tales como plomo, cadmio, telurio, que, si no se gestionan adecuadamente, pueden liberar sustancias tóxicas al suelo y agua, afectando ecosistemas y salud humana. La acumulación de estos residuos, especialmente en el desierto de Atacama, representa un riesgo ambiental, ya que no se conoce completamente su degradación natural. Actualmente, Chile enfrenta limitaciones significativas en la gestión de estos residuos debido a la ausencia de una infraestructura robusta de reciclaje. Los paneles desechados a menudo terminan en vertederos o áreas desérticas. En otros países estos desechos son clasificados como desechos peligrosos. La Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (Ley REP), promulgada en 2016, busca abordar este problema al incluir los paneles solares como productos prioritarios, exigiendo a productores e importadores responsabilidad en la gestión de residuos. Sin embargo, la normativa actual no especifica claramente las acciones de reciclaje o disposición final, dejando la responsabilidad a iniciativas individuales de las empresas, lo que limita su efectividad. Así, es necesario incentivar el proceso de reciclaje de estas tecnologías que están inundando grandes espacios en nuestro desierto. Pese a estas carencias, se están implementando iniciativas para mitigar el impacto ambiental. Algunas propuestas promueven una economía circular, como la “minería urbana”, que busca recuperar materiales valiosos (silicio, aluminio, cobre) de los paneles desechados, con un potencial de generar beneficios económicos de hasta US$29 millones y 6.700 empleos en los primeros años. Además, se están explorando opciones de reutilización de paneles aún funcionales en aplicaciones de menor escala, como alumbrado público o viviendas, aunque la fragilidad de las celdas fotovoltaicas limita esta práctica. Empresas y asociaciones están comenzando a desarrollar procesos de reciclaje que incluyen desmontaje, separación de componentes y tratamiento de materiales tóxicos, pero aún no existen plantas de reciclaje a gran escala en nuestro país. El desarrollo de estas capacidades requiere una colaboración público-privada efectiva, donde el Estado lidere con políticas claras, las empresas inviertan en tecnología, y las universidades aporten conocimiento de frontera. Para fortalecer la gestión de residuos fotovoltaicos, Chile necesita avanzar en políticas públicas más específicas y en la creación de infraestructura especializada. El Ministerio de Medio Ambiente está trabajando en un reglamento para regular el manejo de residuos electrónicos, incluyendo paneles solares, en el marco de la Ley REP, con discusiones previstas para establecer metas de valorización. Sin embargo, aún no es suficiente. Diseñar paneles más reciclables desde su origen es un desafío técnico y ético que debe ser abordado desde la academia y la industria, pensando en una transición justa que no deje pasivos ambientales. Mientras tanto, la educación y concienciación pública sobre la importancia de elegir fabricantes con programas de reciclaje son cruciales para minimizar el impacto ambiental y aprovechar las oportunidades económicas de una gestión sostenible de los desechos solares. Columna de opinión por Eduardo Schott, investigador SERC Chile y académico UC.
Cada año, toneladas de medicamentos vencidos o en desuso terminan en basureros comunes, desagües o simplemente acumulados en cajones de nuestras casas. Aunque parezca una acción inofensiva, esta práctica representa un riesgo real y creciente para la salud pública y el medio ambiente. En el contexto del Día Mundial de la Tierra, es urgente que tomemos conciencia del impacto que generan los residuos farmacéuticos mal gestionados: contaminación del agua, alteración de ecosistemas, exposición accidental de niños o mascotas e incluso el uso indebido de sustancias peligrosas. La eliminación irresponsable de antibióticos, por ejemplo, puede contribuir al grave problema de la resistencia bacteriana, mientras que el descarte de opioides o sedantes plantea riesgos de abuso y adicción. Lamentablemente, en Chile el acceso a programas de devolución de medicamentos sigue siendo limitado. Aunque existen iniciativas valiosas —como los puntos “Desecha Seguro” de algunas farmacias o los “Puntos Celestes” impulsados por municipios— aún falta una política nacional sólida, accesible y ampliamente difundida. En este escenario, desde Grupo Ahona hemos desarrollado el Manual para la Eliminación Segura de Medicamentos No Utilizados, una guía práctica que busca cerrar esta brecha de conocimiento y empoderar a la ciudadanía con herramientas claras y alineadas con estándares internacionales. Nuestro objetivo es simple: prevenir daños y proteger lo que más importa, desde nuestros hogares hasta nuestros recursos naturales. La solución necesita de voluntad colectiva. Requiere de políticas públicas que fomenten más programas de recolección, que las farmacias se sumen activamente, y que las familias incorporen esta práctica como parte del autocuidado cotidiano. Porque eliminar medicamentos correctamente no es solo una cuestión de orden, sino de responsabilidad ambiental y sanitaria. Y hoy, más que nunca, el planeta nos está pidiendo que actuemos.
La contaminación acústica en Antofagasta no es solo un problema ambiental; es una barrera que afecta la calidad de vida de todos, pero especialmente de las personas dentro del espectro autista. Para ellas, el ruido excesivo no es solo una molestia, sino una fuente de estrés y sobrecarga sensorial que dificulta su día a día. Sin embargo, ¿qué estamos haciendo para construir una ciudad más silenciosa e inclusiva? El transporte público es uno de los mayores generadores de ruido en nuestra ciudad. No solo afecta al exterior con sus motores y frenadas estridentes, sino también al interior, donde los niveles de ruido son abrumadores para todos, pero especialmente para las personas con hipersensibilidad auditiva. Esto convierte a los buses en un medio de transporte poco amigable, especialmente para quienes necesitan un ambiente más tranquilo. Afortunadamente, hay avances: la incorporación de buses eléctricos a la flota es un paso importante hacia un transporte más silencioso y sostenible. Pero aún queda mucho por hacer. Es necesario que toda la flota de transporte público de la ciudad y la región pase a la electromovilidad, al fin y al cabo, somos la región donde se extraen los materiales para las baterías que impulsan este tipo de vehículos. Otro ejemplo claro es el paseo del borde costero, un espacio que debería ser un lugar de esparcimiento y conexión con el mar. Sin embargo, la presencia constante de camiones de alto tonelaje, que pueden alcanzar hasta 110 decibeles al frenar, lo convierte en un espacio hostil. ¿Cómo podemos esperar que la costanera sea un lugar amigable si no abordamos este problema de raíz? En el ámbito educacional, la situación no es mejor. Las salas de clases y los establecimientos educativos no están adecuadamente ambientados para generar un ambiente calmo, esencial para la enseñanza y el aprendizaje. El tiempo de reverberación en las aulas suele superar los 1,5 segundos, cuando lo óptimo ronda los 0,5 segundos. Esto no solo afecta a los estudiantes dentro del espectro autista, sino a todos, incluyendo a los profesores, dificultando la entrega de información, la concentración y el rendimiento académico. Sin embargo, hay esperanza. Iniciativas como las impulsadas por la Fundación Minera Escondida y CREO Antofagasta en el Complejo Educativo Juan José Latorre de Mejillones y en la Escuela República de Estados Unidos han demostrado que es posible mejorar estos espacios. En esta última, por ejemplo, se rediseñaron las áreas de esparcimiento para hacerlas más inclusivas, incorporando juegos y áreas verdes que benefician a toda la comunidad escolar. Estos proyectos son un ejemplo de cómo, con voluntad y colaboración, podemos transformar nuestros espacios en lugares más amigables y accesibles para todos. Pero no podemos detenernos aquí. Es urgente que nuestras autoridades empujen y apoyen iniciativas que promuevan una ciudad más silenciosa. Parques, paseos, calles, plazas, escuelas, liceos, colegios y hospitales deben ser diseñados pensando en las necesidades de todos, incluyendo a las personas dentro del espectro autista. Antofagasta tiene la oportunidad de convertirse en un referente de inclusión y sostenibilidad. Para lograrlo, no necesitamos palabras que con el ruido de nuestra ciudad ni se escuchan; necesitamos acciones concretas. Cada paso que demos hacia una ciudad más silenciosa y accesible no solo mejorará la vida de las personas dentro del espectro autista, sino que también nos acercará a una sociedad más consciente, respetuosa y empática. Al parecer como la contaminación acústica en nuestra ciudad es tal, que todas nuestras autoridades que son Alcalde, Gobernador, Senadores, Diputados, Concejales Municipales y Regionales ya quedaron sordos... ¿o solo se estarán haciendo los sordos? Pareciera que no sienten la necesidad de erradicar este grave contaminante y enemigo de todos.
En estos días, a raíz de las voces de distintos expertos en el marco del Día Mundial del Agua, no podemos dejar de destacar el rol que cumplen los glaciares, como reservas fundamentales de agua para el planeta, y la necesidad urgente de su protección. Nuestro país alberga el 76% de los glaciares de Latinoamérica, constituyendo reservas estratégicas de agua y actuando como indicadores del cambio climático. El calentamiento global ha acelerado el derretimiento de los glaciares en todo el mundo. Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), desde el año 2000, los glaciares han perdido un promedio de 273.000 millones de toneladas anuales, con una aceleración notable en la última década. Estos gigantes de hielo no solo son fundamentales para el equilibrio de nuestros ecosistemas, sino que también garantizan el suministro de agua potable, sustentan la agricultura y mantienen la biodiversidad. Su acelerado derretimiento, con tendencia a su desaparición, amenaza la seguridad hídrica de millones de personas y podría provocar desastres naturales como deslizamientos de tierra y avalanchas. Chile ha avanzado en la creación de políticas para la protección y conservación de glaciares, reconociendo su valor estratégico. Sin embargo, es crucial fortalecer y aplicar efectivamente estas normativas, asegurando que se priorice la conservación de estos ecosistemas frente a actividades que puedan comprometer su integridad. Para enfrentar esta realidad, es esencial implementar sistemas de monitoreo efectivosque permitan comprender y mitigar el retroceso glaciar. Actualmente, la Dirección Generalde Aguas (DGA) del MOP, de Chile administra una red de 96 estaciones de monitoreo de glaciares. Con una inversión histórica anunciada recientemente, se proyecta aumentaresta red en un 68% para el año 2030, sumando 65 nuevas estaciones. Otros países también han avanzado en la implementación de estaciones de monitoreo glaciar. Bolivia, por ejemplo, ha instalado sensores automáticos en las cuencas glaciar es para elaborar modelos hidrológicos y calcular el balance de masa de cada glaciar. Perú,por su parte, ha inaugurado el primer Centro de Monitoreo de Glaciares y Ecosistemas de Montaña en Huancayo, en la región de Junín, con el objetivo de generar evidencias sobre el impacto del cambio climático en estos ecosistemas. La comunidad internacional ha reconocido la gravedad de la situación. La ONU ha declarado 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, buscando sensibilizar sobre el peligro que conlleva su desaparición y la necesidad de promover acciones para su protección. Desde Pacto Global, felicitamos a los científicos que trabajan en su estudio y conservación, y hacemos un llamado a todos los sectores de la sociedad chilena a apoyarlos esfuerzos en la protección de nuestros glaciares. Su conservación es esencial paragarantizar un futuro sostenible, preservar nuestra biodiversidad y asegurar el bienestar delas generaciones venideras.
La Región de Coquimbo, con su riqueza natural, cultural y astronómica, es un pilar del turismo chileno. Sin embargo, el crecimiento del sector enfrenta desafíos como la presión sobre los recursos naturales y las desigualdades en la distribución de beneficios. La integración de tecnología con un enfoque sostenible emerge como una solución clave, siempre que exista una colaboración efectiva entre sectores público, privado y académico. A nivel global, la tecnología es un aliado estratégico del turismo sostenible. Herramientas digitales, sistemas de monitoreo y soluciones energéticas innovadoras permiten mejorar la experiencia turística mientras protegen el medio ambiente y fortalecen a las comunidades locales. En la Región de Coquimbo, estas tecnologías, adaptadas a las particularidades regionales, pueden marcar la diferencia entre un turismo extractivo y uno responsable. Por ejemplo, la implementación de sistemas digitales para monitorear en tiempo real el flujo de visitantes en sitios como el Valle de Elqui o la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt mitigaría el impacto ambiental y mejoraría la experiencia turística. Además, tecnologías como la realidad aumentada pueden enriquecer la interpretación cultural en lugares como el Valle del Encanto, preservando su integridad física. El éxito de estas iniciativas requiere la colaboración activa entre universidades, gobiernos locales, empresas y comunidades. Las universidades deben liderar investigaciones, desarrollar tecnologías innovadoras y formar profesionales conscientes de la sostenibilidad. El sector privado, por su parte, debe invertir en tecnología, impulsar emprendimientos y adoptar prácticas responsables, mientras que el sector público debe garantizar un marco normativo adecuado y promover proyectos sostenibles mediante financiamiento y políticas públicas. Un ejemplo internacional inspirador es Costa Rica, donde la sinergia entre universidades, gobierno y empresas ha consolidado un modelo de turismo sostenible reconocido globalmente. La Región de Coquimbo tiene el potencial de adaptar este modelo a su realidad, aprovechando su talento humano y recursos únicos. Proyectos concretos como sistemas de energía limpia para alojamientos turísticos, vehículos eléctricos en áreas protegidas o plataformas digitales que conecten a turistas con emprendedores locales pueden generar un impacto positivo y duradero. Una plataforma que vincule a artesanos, guías turísticos y pequeños productores con visitantes interesados en experiencias auténticas fortalecería la economía local y promovería una distribución equitativa de los beneficios del turismo. El turismo sostenible no solo protege los recursos naturales, sino que impulsa el desarrollo económico y social de las comunidades. En la Región de Coquimbo, donde el turismo es un motor clave, avanzar hacia un modelo sostenible consolidará la región como un destino competitivo, inclusivo y responsable. Lograrlo exige una visión compartida y planificación estratégica. Universidades, gobiernos locales y empresas deben entender que la sostenibilidad es tanto un deber ético como una oportunidad de negocio en un mercado cada vez más consciente. Con un esfuerzo multisectorial, la Región de Coquimbo puede convertirse en un referente nacional e internacional de turismo sostenible.